Se acercan fechas navideñas y con ellas las vacaciones escolares. A esos días en los que no hay colegio se suman los nervios de los regalos y la emoción del reencuentro con primos, tíos y demás familia. Todo esto puede convertirse en muchas ocasiones en un cóctel de circunstancias que hace que los más pequeños se revolucionen y sea complicado mantener el orden en casa.
Desde SoyHogar os acercamos en el post de hoy una tendencia que, aunque cuenta con décadas de aplicación, es ahora cuando está cobrando mayor relevancia. Se trata de la disciplina positiva, un método de educación basado en el entendimiento, el cariño y el respeto mutuo entre padres e hijos, que busca comprender el comportamiento de los niños y guiarles de forma positiva, y también firme.
La disciplina positiva trata de buscar el equilibrio entre los excesos de control y de permisividad, tratando de fortalecer la relación entre padres e hijos, el respeto y la colaboración, sin luchas de poder ni abuso de posiciones de una u otra parte. De esta manera el niño puede aprender, desde el afecto y de forma positiva, las cuestiones básicas del día a día, logrando un buen desarrollo emocional y afectivo.
Los principios básicos para aplicar la disciplina positiva son, según sus precursores en la década de los 80, los que enumeramos a continuación:
- Amabilidad y firmeza: ambos valores no son excluyentes entre sí, de hecho, funcionan mejor si se complementan. Cuando envías un mensaje de forma firme y amable al mismo tiempo, sin duda calará mejor en el receptor, en este caso, en los más pequeños que si solamente se impone el criterio de forma autoritaria o si se pretende ser amable sin enseñar nada ante determinados comportamientos.
- Entendimiento y respeto: en este modelo educativo es vital que los padres comprendan el comportamiento de los niños y, por otra parte, lograr que los niños entiendan el porqué de las normas y de esta forma puedan asumirlas y cumplirlas con agrado. Para eso la comunicación entre ambos ha de ser fluida, cariñosa y siempre respetuosa.
- Desarrollo emocional: cuando los padres tienen en cuenta la opinión de los más pequeños, se esfuerzan por que se sientan comprendidos y les permiten expresar sus emociones con respeto, les abren un amplio camino para el desarrollo de su inteligencia emocional.
- Aumento de las capacidades: a través de la disciplina positiva se contribuye a fomentar diversas capacidades en los niños que, sin duda, les serán de gran utilidad durante toda su vida. Adquieren más autonomía y destreza en la resolución de problemas, aprenden a tomar sus decisiones y a asimilar las consecuencias. Además, desarrollan mayores vínculos afectivos y emocionales con sus padres basado en la comunicación, la implicación y el compromiso.
Os animamos a ponerlo en práctica y que nos contéis vuestras impresiones. ¿Qué decís?