Valentía, fortaleza, valor, sacrificio y vocación son algunos de los adjetivos con los que podemos definir a los cuidadores de personas mayores, con demencia o alguna discapacidad. Y es que dedicarse a cuidar a otros desarrolla unas características especiales en estas personas que las hace “de otra pasta”.
Es una labor muy sacrificada y satisfactoria al mismo tiempo. Por eso se debe estar preparado y en buena forma física y mental. La voluntad y la responsabilidad conforman un gran porcentaje en la manera de ser de los cuidadores; la formación, la preparación y el cuidado de sí mismos, deben ser igual o incluso más importantes.
Al cuidar de otras personas lo más probable es que nos enfrentemos a situaciones duras, en algunos casos pueden afectarnos incluso más que a los propios pacientes o de una manera más compleja. Por este motivo, y para cumplir nuestra función de atenderles y ser su mejor apoyo, debemos estar prevenidos y fuertes psicológicamente. De esta manera todo lo que transmitimos, nuestras emociones y sensaciones serán mucho más positivas y ejercerán un efecto más favorable en las personas a nuestro cargo.
La publicación americana especializada en salud, Health Day News, hablaba de un estudio reciente sobre la influencia de la salud emocional de los cuidadores en la de los seres queridos a los que cuidan. Cuando los familiares cercanos, por ejemplo, muestran síntomas de depresión, estos síntomas se trasladan a los pacientes. Sin embargo, cuando el cuidador está fuerte y goza de buena salud física y mental, la evolución en las personas a nuestro cargo es más positiva.
Si seguimos avanzando por esta línea nos encontramos un concepto muy utilizado en la última época: la resiliencia –capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas–. Puede aplicarse a diferentes personas en variedad de ámbitos de la vida. Sin embargo, en el caso de los cuidadores, es una capacidad vital que deben tener. Algunas personas cuentan con esa capacidad de forma innata, otros, en cambio podemos trabajarla siguiendo estas pautas, simples aunque no sencillas:
- Desarrolla el pensamiento positivo y constructivo: sabemos que en los momentos difíciles cuesta más mantenerse firme, es entonces cuando debemos trabajar una perspectiva que permita observar la situación de forma objetiva con el fin de aprender y afrontar el futuro de la mejor manera.
- Márcate metas y objetivos: cualquier camino es más sencillo si conocemos la meta a la que queremos llegar.
- Acepta la realidad: mantener los pies en el suelo asimilando la situación contribuye a pensar con claridad y fortalecer nuestro ánimo para continuar avanzando.
- Actúa: actitud proactiva y acción es lo que necesitamos ante situaciones difíciles. Porque éstas no se resuelven solas y actuar nos hace fuertes.
- Confía en ti mismo. Nuestras capacidades a menudo son mayores de lo que creemos. Tal vez es injusto ponerlas a prueba en los momentos más complicados, pero es entonces cuando más se necesitan. ¡Podemos hacerlo!
- No te aísles. Todos necesitamos apoyos. Lo mismo que el cuidador lo es para el paciente, el entorno ha de serlo para el cuidador, amigos, familia, compañeros…. Relacionarnos con otras personas ayuda a desconectar, despejar la mente, y ver las cosas de otra manera.
- Aprende de todo lo que suceda. Las vivencias son herramientas para el futuro y debemos utilizarlas de forma positiva. Superando momentos duros, nos enfrentamos a los retos con más fuerza.
- Pide ayuda si la necesitas: porque hasta la persona más fuerte a veces puede flaquear y necesitar apoyo. Reconócelo y acepta esa ayuda si hace falta.
Sabemos que poner en práctica estos consejos no es tan sencillo como contarlos, sin embargo, podemos trabajar y desarrollar la actitud necesaria, para ser buenos cuidadores de los demás y de nosotros mismos. Sin olvidar que contamos con profesionales que nos pueden aconsejar, ayudar y apoyar en estos cuidados.